jueves, 8 de noviembre de 2012

Al que ayuda dios lo ayuda



 Hay refranes muy populares en Cuba y que vienen de nuestros antepasados que dicen Haz bien y no mires a quien y otro  que sentencia El que siembra siempre recoge y el que más repetía mi abuela Al que ayuda dios lo ayuda.


Quizás por eso los cubanos aprendimos a ser solidarios, en su gran mayoría, desde pequeños con nuestros vecinos, con los amiguitos de la escuela, con los ancianos y ante miles de situaciones de la cotidianidad, y para mí se convirtió en uno de nuestros genes, aunque reconozco que cada regla tiene sus excepciones.
Pero cuando la Revolución triunfó en 1959 esos sentimientos solidarios y fraternales se expandieron, crecieron a escala nacional y  me viene a la memoria el famoso ciclón Flora, conocido también por el del lazo o por el de los siete días que dejaron en la zona oriental del país  desolación y muerte, y que por poco le cuesta la vida a Fidel.
En esos días la solidaridad  fue mucha, en la zona occidental se recogía en las casas todo tipo de ropa y enseres para enviarlos para Oriente. Y de ahí para acá  ese sentimiento creció, se expandió y llego a lejanos sitios del mundo que necesitaron la ayuda de los cubanos.
¿Por qué esta disertación? Sencillamente porque una vez más nos sentimos  queridos, amados y respetados como nación por muchas personas y gobiernos del mundo ante el desastre del huracán Sandy en la región oriental. Son muchos los ejemplos, la solidaridad llegada de Ecuador, Rusia, Venezuela, del secretario general de las Naciones Unidas y de otras muchas partes del mundo, pero en especial me conmovió la actitud de los estudiantes ecuatorianos de medicina en Santiago que no se fueron de su universidad, y junto a sus compañeros de estudio emprendieron las labores de recuperación y compartieron sus bienes.
Por eso hay que hacer el bien




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